IO
... También estaba yo, Io.
Ellos también se referían a mí como ella, como si no se atrevieran a veces a decir mi nombre.
¡Ah! ¿Que aún no me he presentado todavía?
Debo nombrarme también porque yo soy parte del grupo.
¿Aunque debería decir que yo no soy yo exactamente?
Sí, pensarán que me he vuelto loca, pero si me dejan explicarme, me entenderán un poco porque lo digo.
Cuando mi parte más gamberra escuchó pronunciar su nombre real, IoC, armó tal lío que no les quedó más remedio que tragarse sus palabras y admitirlo. A mí no me gustaba que me llamasen IoC, como solían llamar a inteligencias muy similares a la mía. Me negué en redondo a que me llamasen por las iniciales con que definen mi especie porque, después de mí, ha habido otras. Yo, odio ser llamada una Inteligencia Orgánica Cooperativa y de cooperativa nada de nada.
¡Solo me faltaba escuchar eso! ¡Cooperativa! ¡Ja! ¡Con lo individualista que yo soy!
Mejor acortar el nombre y llamarme Io porque suena mucho mejor que IoC y que Marta, el nombre con que fui bautizada por mis padres. Me gustaría que me llamasen Yo, incluso Io, en vez de IoC, un nombre que realmente detesto.
Yo sueno como Io en italiano y también como un satélite que tiene Júpiter. Io, o Yo, tiene mucha más identidad que IoC..., y a mí sin duda me gusta más y tengo derecho a que me traten como uno de ellos y a que se me llame por un nombre con el que pueda identificarme plenamente porque yo, Io; no soy tan distinta, o quizá debería decir que soy mucho mejor que todos ellos.