EL LABORATORIO
El científico se había detenido frente a una robusta mesa de madera en la que había una placa identificativa con su nombre y su cargo. La mesa estaba vacía salvo por una misteriosa esfera de cristal del tamaño de una pelota de baloncesto ...
–Las tenemos –repitió el de la bata blanca como si Krang no le hubiera oído.
Krang, leyó el nombre que rezaba en la placa: y yo también lo vi desde lejos “Negu Izaguirre”. Mi visión y mi oído en este sueño eran asombrosos como el águila que me sentía, nunca había experimentado nada así.
–¿En serio las tenemos? –repitió Krang como si aún no lo creyese con un cierto tono de ironía.
El de la bata blanca asintió tres veces con seriedad.
–Nos ha costado mucho pero aún así, lo hemos logrado, tras muchos fracasos acaban prácticamente de nacer.
–Se guardó los bolígrafos en el bolso de su impoluta bata de médico e hizo caso a Krang que le indicó con un gesto de mano que se apartara del panal y se hiciera a un lado.